EL GANADO ES ESENCIAL

GANADO O DESIERTO

La ganadería se considera hoy en día una de las causas fundamentales del cambio climático, de la degradación de los recursos naturales, así como de graves problemas de salud pública. En el imaginario colectivo empieza a tomar cada vez más fuerza la idea de que la solución a múltiples cuestiones ambientales, entre ellas la emergencia climática, pasa por reducir o eliminar el consumo de carne, huevos y lácteos. Además de esta proposición antiganadera de defensa ambiental, se extiende de forma exponencial la visión de que las dietas vegetarianas o las veganas son las más saludables para los seres humanos.

el ganado es esencial - vacas

Esta doble apuesta, ambiental y de salud, de reducir la importancia de la ganadería en nuestras vidas, aunque es cada vez aceptada por más personas, es, sin embargo, doblemente falsa y terriblemente peligrosa para nuestro futuro y nuestro bienestar. Alimentarnos de animales (criados y manejados correctamente) es lo más sano para nosotros y para nuestro medio ambiente. Aunque es verdad que los productos ganaderos de animales mal manejados son destructivos tanto para nuestra salud como para la salud de nuestro entorno, también lo es que la ganadería es esencial para recuperar la funcionalidad de los ecosistemas terrestres. La carne, la leche y los huevos procedentes de animales criados en condiciones de libertad y alimentados correctamente son, sin duda, una opción perfectamente saludable para nuestra dieta, como lo han sido durante milenios de nuestra historia.

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El sentimentalismo hacia los animales o “animalismo” como filosofía u opción política es otro fenómeno creciente en nuestra sociedad, y de alguna manera criminaliza no solo la posibilidad de comer carne, sino incluso la propia existencia de la ganadería como actividad humana. Proponen el “sacrificio cero” como apuesta política. El “animalismo” defiende la búsqueda de un supuesto bienestar animal, pero lo hace desde un punto de vista antropocéntrico, dotando a los animales de instalaciones y derechos que tienen más que ver con logros humanos, desde el punto de vista de nuestro confort y comodidad, que con la realidad del funcionamiento de la propia naturaleza de los animales y de sus necesidades funcionales.

EL GANADO ES ESENCIAL

LA IMPORTANCIA DE LA GANADERÍA EXTENSIVA

No somos muchos (“pero somos pocos”) los que defendemos que la correcta gestión de los animales domesticados es la única herramienta que tenemos para revertir los procesos de desertificación, el cambio climático y la degradación ambiental, y para alimentarnos en muchos territorios montañosos, secos y de suelos pobres. 

No significa que defendamos los actuales modelos intensivos de producción ganadera, sino todo lo contrario. La actual forma de ganadería intensiva es destructiva del entorno, y alimentarnos de los productos ganaderos que salen de esos modelos, no siempre es saludable por la forma en que se crían y manejan los animales.

el ganado es esencial - ovejas
el ganado es esencial - vacas

Baste recordar que la mayor parte de la superficie agraria se destina a producir granos para los animales mediante técnicas destructivas del suelo, el agua, la biodiversidad, los paisajes… Cabe recordar también que el principal consumo de antibióticos en el mundo se debe a la producción animal, o que los purines y desechos ganaderos producen la contaminación de acuíferos, o que los animales se crían en condiciones de hacinamiento y masificación insalubres que generan graves riesgos epidemiológicos Son solo algunos entre un largo etcétera de graves impactos medioambientales de nuestro actual modelo ganadero.

En las últimas décadas, el progreso en el ámbito ganadero se ha concebido exclusivamente desde una única perspectiva: la estabulación y el confinamiento de los animales en naves, y la alimentación artificial de los mismos con granos, piensos, forrajes, suplementos y aditivos. Encerrar a los animales en naves genera una artificialidad doblemente nefasta: una ganadería sin tierra y una agricultura sin animales.

La artificialización de la vida de los animales domésticos y la intensificación de las producciones ganaderas mediante la utilización de infraestructuras, naves, maquinarias e insumos externos han generado unos resultados que están en absoluta contradicción con los retos más importantes que afrontamos en la actualidad: el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales y la erosión de nuestros suelos productivos (desertificación).

La situación de nuestros suelos es muy preocupante. Los territorios agrícolas que nos alimentan presentan suelos degradados con altas tasas de erosión y una productividad decreciente. Nuestros suelos agrícolas producen mediante unas técnicas y estrategias totalmente dependientes de combustibles fósiles, fertilizantes químicos y biocidas.

Sin insumos químicos externos y sin una elevada mecanización no sabemos producir alimentos. Nuestro actual paradigma productivo debe ser superado o no tendremos futuro. A su vez, los espacios naturales protegidos y las masas forestales presentan una alta tasa de acumulación de combustible vegetal, generando un altísimo riesgo de incendio, a la vez que paisajes con escasa funcionalidad: matorralización, árboles moribundos, proliferación de plantas invasoras…

el ganado es esencial - pollos

La convicción de que sacando el ganado de los campos se pondrán verdes los paisajes y los bosques, se basa en una muy cortoplacista interpretación de los resultados que se observan. Es cierto que, en los dos-tres primeros años de exclusión de los animales de un territorio, se suele producir un aumento de la cobertura y del vigor de la vegetación (debido al descanso de las plantas), pero, a medida que pasa el tiempo, el medio ambiente sin animales entra en franca decadencia hasta su total degradación. En muchos países del mundo, los espacios naturales clausurados al pastoreo por más de 25-30 años se encuentran en un estado medioambiental deplorable, con procesos de degradación crecientes (erosión, desertificación, riesgo de incendio, inundaciones…).

Casi todos los espacios agrícolas (tierras de labor, viñedos, campos hortícolas, olivar…) practican la exclusión total del ganado y por eso (unido a otras prácticas como el laboreo del suelo y la contaminación con fertilizantes y biocidas químicos) son ecosistemas que no funcionan y que cada vez dependen más de energía externa (en forma de insumos químicos, combustible y maquinaria) para producir.

El planteamiento de excluir el ganado de los territorios rurales, además de ser una no solución (tanto desde un punto de vista productivo como medioambiental), ignora profundamente el rol fundamental de los herbívoros en la salud de los ecosistemas terrestres. Para entender cómo funcionan nuestros ecosistemas terrestres, debemos poner el foco en el ancestral proceso de coevolución del suelo, las plantas, los herbívoros y sus depredadores.

No es factible pensar que es suficiente dejar los territorios a las comunidades salvajes de herbívoros (como plantea el rewilding), puesto que estas comunidades ya casi no existen en número suficiente, ni se mueven en manada, debido a la fragmentación de los territorios y la escasa o nula presencia de depredadores. El rewilding que algunos postulan para la “España vaciada”, además de ser inviable, no propone salidas viables para las personas que viven de la ganadería, ni para las comunidades con las que estas interactúan ni para la economía de estas regiones afectadas por el abandono y el aislamiento. 

La única solución viable para la conservación de los ecosistemas naturales protegidos y la regeneración de los ecosistemas agrícolas productivos es el uso de la ganadería para imitar los ancestrales procesos coevolutivos de la depredación y la herbivoría en grandes manadas. No queda otra alternativa que imitar inteligentemente a la naturaleza, pues es la única apuesta que no genera consecuencias imprevisibles e indeseadas en el futuro. Los animales herbívoros que se mueven agrupados en manadas por miedo a ser depredados, generan un fuerte impacto (pastoreo, pisoteo, estercolado, orines…), puntual y de corta duración, sobre las praderas de herbáceas perennes, y al migrar a otros territorios otorgan el descanso necesario a estas plantas, que, con sus raíces profundas, fasciculadas y con altas tasas de exudación, crean suelos vivos, porosos y profundos.

el ganado es esencial - cerdos

Las plantas y los animales herbívoros han coevolucionado desde hace millones de años y se han hecho interdependientes. Ambos se necesitan mutuamente. Sin animales herbívoros (en pastoreo y dejando descanso por migración o por planificación) se degradan los pastos y se desertifican los territorios. Sin pastos, los animales herbívoros necesitan granos, piensos y forrajes como alimentación, y eso degrada otros territorios de donde provienen esos alimentos mediante las usuales técnicas agrícolas (laboreo, siembra, fertilización, riego, cosecha mecanizada…). Sin animales herbívoros (migrando en grandes manadas) no funcionan bien los ecosistemas terrestres.

Por no entender esto, las sociedades humanas han sufrido en el pasado, están sufriendo en el presente y sufrirán en el futuro severas consecuencias (sequías, inundaciones, fuegos, desertificación, erosión del suelo, baja productividad, hambre…) debido a que sin animales, o con animales sin un buen manejo, los ecosistemas se vuelven no funcionales en sus aspectos básicos (agua, suelo, microbiología, vegetación, fauna…).

Tanto la ausencia de ganado en los territorios como la presencia constante del ganado sin manejo producen (al cabo de los decenios) procesos degenerativos de los pastos, el suelo y consecuentemente de la funcionalidad de los territorios. La clave no es la presencia o no de ganado, sino cuál es el manejo que hacemos del mismo. La presencia de ganado sin un manejo correcto (pastoreo continuo) ha generado procesos de disfuncionalidad ecosistémica distintos, pero también de graves consecuencias (sobrepastoreo).

En todo nuestro territorio nos encontramos con situaciones degradativas en estos dos extremos: exclusión total del ganado (campos agrícolas y espacios protegidos) y pastoreo continuo (la mayor parte de la ganadería extensiva). Hemos asumido esta situación, nos hemos acostumbrado a sus resultados y no pensamos que la potencialidad productiva y los servicios ecosistémicos de estos espacios están en franco deterioro. No somos conscientes de la alarmante regresión de la naturaleza. Asistimos casi sin inmutarnos a la pérdida de la armonía de nuestro entorno ambiental, a la pérdida del regalo de su abundancia, de su biodiversidad. Solo la funcionalidad de nuestros paisajes generará suelos fértiles, alimentos abundantes y agua potable para sostenernos como civilización humana.

Con el pastoreo continuo (animales largo tiempo encerrados en un mismo territorio o cercado) se produce un consumo reiterado de las especies más palatables y sus rebrotes, y se favorece por tanto el desarrollo de las especies de menor valor nutricional, lo que conlleva a una degeneración de los pastos y a un aumento de la cobertura de las especies menos apetitosas y del matorral. Los restos vegetales no comidos y el matorral no proporcionan alimento ni en cantidad ni en calidad suficientes a la ganadería, y aumentan peligrosamente el riesgo de incendios forestales explosivos.

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el ganado es esencial - cabras

Las inundaciones (de barro), la erosión del suelo, la falta de productividad vegetal, la seca de las encinas y alcornoques, los incendios explosivos…, son consecuencias de paisajes disfuncionales por falta de una gestión territorial correcta. Esta falta de una correcta funcionalidad de los ecosistemas y de los paisajes puede darse tanto por la presencia de animales mal manejados o escasamente manejados (pastoreo continuo) como por la ausencia de todo tipo de pastoreo (prohibiciones conservacionistas, animales estabulados, agricultura sin integración de animales…).

Existe un enrevesado conflicto entre la conservación ambiental, la producción de alimentos y la ganadería. Nos encontramos ante una serie de encrucijadas complejas, que debemos resolver de forma inteligente y racional. Por un lado, el actual modelo de ganadería es principalmente intensivo, con fuertes impactos ambientales. Pero incluso la ganadería extensiva también produce graves impactos sobre el territorio sobrepastoreo de los pastos, erosión del suelo, pérdida de regenerado del arbolado en las dehesas, dependencia de insumos externos, fragmentación de hábitats…). Y, por otro lado, la ausencia de ganado en los territorios produce un desequilibrio ambiental que lleva a un elevadísimo riesgo de grandes incendios, a una degradación de los pastos y, consecuentemente, a la pérdida de suelo y a la desertificación. 

Asimismo crecen, de una parte, tendencias como el “veganismo” (con la supuesta solución de no comer carne para solucionar los problemas ambientales), el “animalismo” (con la preocupación simplista y sentimentalista por los derechos de los animales y su supuesto bienestar) y la “conciencia ambiental” (con la sensación creciente de que algo trascendental se nos está yendo de las manos). De otra parte aumenta el consumo de carne procedente de la producción ganadera intensiva (macrogranjas), a la vez que las poblaciones rurales abandonan poco a poco las actividades ganaderas tradicionales, con escaso o nulo reemplazo generacional, y con regulaciones y trabas burocráticas cada vez más fuertes para el desarrollo del pastoreo.

Es verdad que los ganaderos no suelen ser personas muy preocupadas por el cuidado del entorno ambiental, incluso algunos alardean de ello, lo que hace que los conservacionistas y ecologistas no suelan entender la importancia del ganado en los territorios. Parece que, como en tantas otras cuestiones, en nuestro país siempre nos polarizamos entre “dos Españas”, con posturas irreconciliables que no se entienden y que se rechazan mutuamente por principio, sin ni siquiera hacer por entenderse. Parece como si solo hubiera dos paquetes completos entre los que elegir: o ser “progres” de extrema izquierda, con el pelo desaliñado, ateos, veganos, animalistas, feministas, antitaurinos y ecologistas, de un lado, o “fachas” de ultraderecha, con el pelo engominado, católicos, carnívoros, ganaderos, machistas, taurinos y productivistas, de otro.

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POR UN USO ADECUADO DE LA GANADERÍA

¿Se puede ser ganadero y ecologista en este país? ¿Te pueden gustar los toros y no dudar del cambio climático? ¿Se puede no comer carne y ser católico? ¿Reciclar correctamente la basura y ser cazador?… Evidentemente, estas pantomimas y caricaturas denotan lo lejos que estamos de una visión coherente y racional de la realidad y de las soluciones necesarias. Lo absurdo de estos falsos dilemas y de esta radicalización de posturas es claramente manifiesto. Aun así, no deja de tener cierto rasgo de verdad por cómo se postulan los debates públicos y cómo lo afrontan grandes masas de población.

De hecho, todo nos demuestra que la mejor estrategia conservacionista que nos queda es el uso adecuado de la ganadería. Los “animalistas”, que creen que los animales tienen derechos y que no hay que matarlos para comer su carne, ni ordeñarlos para aprovechar su leche, y que piensan que el bienestar animal es dejar que los animales vivan en total libertad con mucho espacio vital y mueran de viejos, están tan lejos de la solución como aquellos ganaderos que piensan que tener animales es encerrarlos en naves y atiborrarlos de piensos y medicamentos. También de los que creen que ser ganadero es soltar los animales en una dehesa y dejarlos en libertad en un mismo cercado durante semanas o meses, o de aquellos agricultores que piensan que hay que labrar el suelo y echar abonos químicos para sembrar, o que hay que dar granos a los animales herbívoros.

Ser ganadero o ganadera es saber manejar ganado, no es solo ser propietario de ganado. Ser ecologista es comprender el funcionamiento de nuestros ecosistemas, entender cómo funciona nuestra casa e intentar que no se degrade; ser ecologista no es demostrar una sensiblería extrema hacia el sufrimiento y la muerte de los animales.

LA MUERTE ES UN PROCESO NATURAL INEVITABLE

El debate entre estas posturas es infructuoso desde el momento en que los ecosistemas no entienden de sentimientos, ni de orientaciones políticas o ideologías, ni funcionan de forma tan simple como la mente humana (sobre todo cuando la usamos en modo irracional). La naturaleza tiene sus propias leyes, que funcionan más allá de nuestras posturas ideológicas y nuestros sentimentalismos. 

La naturaleza no entiende de creencias, solo nos muestra sus evidencias. Sepamos o no entenderlas, o las cumplimos o seremos víctimas de nuestra ignorancia. La ley de la gravedad no es opinable, ni dejaría de funcionar cuando la mayoría dejara de creer en ella, o incluso cuando algún partido político decidiera legislar en su contra. La naturaleza tiene muchas otras leyes, y la sociedad deberá entenderlas alejada de fanatismos y creencias personales. La naturaleza nos enseña que la ausencia de animales es una forma lenta, pero imparable de degradación de los ecosistemas (sobre todo en situaciones semiáridas como la nuestra). Los animales en manada han recorrido todos los espacios de nuestro territorio durante millones de años, y solo han dejado de hacerlo en los últimos siglos o decenios. Las plantas y la microbiología del suelo han coevolucionado con esta presencia (muy intensa, pero esporádica) de animales herbívoros que emigraban en grandes manadas.

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el ganado es esencial - ovejas

Comer o no comer carne es una opción personal. Tener pena por matar a animales y asustarse de la sangre o comer carne poco hecha, tener perros mascotas encerrados en pisos o disfrutar de un espectáculo taurino…, solo depende de los gustos, la educación y la sensibilidad de cada cual. Pero de lo que no cabe la menor duda es de que los ecosistemas terrestres (sobre todo los semiáridos) necesitan de la presencia de grandes manadas de animales herbívoros para funcionar correctamente.

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LA RESTAURACIÓN ECOLÓGICA

De acuerdo con la coevolución, el suelo necesita a los pastos, y estos a las grandes manadas. Y sin suelo no hay civilización posible. El suelo regula la hidrología, permite la fotosíntesis y, por tanto, la productividad de alimentos. Sin excedentes de alimentos  no hay civilización humana. Sin suelo no hay pastos, y sin pastos no hay suelo. Sin pastos no hay herbívoros, y sin herbívoros no hay pastos. Es decir, que sin herbívoros no hay suelo, y sin suelo no hay civilización posible. Sin el correcto efecto de las grandes manadas solo nos queda el desierto, el hambre, la sed, el conflicto, la guerra…

Ya no quedan grandes espacios abiertos para que puedan recuperarse estas grandes manadas de herbívoros salvajes. Ahora solo nos queda imitar esos procesos mediante actuaciones que confinen a muchos animales en poco espacio durante poco tiempo, y que luego dejen descansar ese espacio durante largo tiempo. Y de esta forma recuperar el equilibrio perdido.

Además, necesitamos este funcionamiento en toda la superficie de nuestro país. En los campos agrícolas, en los espacios naturales, en nuestros bosques y montañas…

Es necesario hacer ver que la ganadería extensiva es la solución y no el problema de muchas cuestiones ambientales; este es, sin duda, un grandísimo reto de nuestro tiempo, en el que por desgracia no estamos muchos (“pero estamos pocos”). Esperemos que poco a poco no seamos tan pocos.

Entonces, ¿ganadería sí o ganadería no? Por supuesto que ganadería sí. Pero ganadería extensiva. No animales estabulados en naves, hacinados sin ver el sol, respirando aire viciado, atiborrados de piensos y antibióticos, generando purines infectos y situaciones insalubres. Necesitamos todos esos animales estabulados (y posiblemente muchos más) al aire libre, recorriendo nuestros campos, nuestros bosques y nuestras montañas, asociados al territorio, comiendo de él, visitándolo periódicamente y mejorándolo con su boca, sus patas, su estiércol y sus orines.

el ganado es esencial - ovejas

¿Ganadería extensiva sí? Claro que sí, pero no de cualquier manera. Defendemos una ganadería extensiva que dependa en exclusiva del territorio en el que se asienta y que regenere los procesos ecosistémicos fundamentales, con un adecuado manejo y un pastoreo bien dirigido (generando impacto animal y descanso). Necesitamos una ganadería extensiva que “imite” los procesos ancestrales de las grandes manadas de herbívoros en migración constante, y que así regeneren la funcionalidad de nuestros paisajes, capture el carbono atmosférico en nuestros suelos, produzca manantiales de agua potable, reactive las economías rurales y produzca abundantes alimentos sabrosos y saludables.

La típica estrategia de conservación de espacios naturales basada en la exclusión del ganado es totalmente inadecuada, ineficaz y totalmente desacertada. Los ecosistemas no funcionan bien sin la presencia de animales herbívoros. Y la situación actual de muchos de nuestros espacios naturales así lo confirma. Eliminar el ganado de los territorios para conservarlos ha sido la propuesta de muchos grupos ambientalistas y gestores públicos, generalmente desde países desarrollados y ambientes urbanos. Existen muchas restricciones al uso de la ganadería en muchos de nuestros espacios protegidos en España, al igual que en otras partes de Europa y del mundo. La exclusión de los animales como estrategia de conservación es un grave error con consecuencias desastrosas a largo plazo. Pero tampoco cualquier presencia de herbívoros garantiza el correcto funcionamiento de los ecosistemas. Solo la presencia de herbívoros bajo un buen manejo garantiza y recupera la funcionalidad de los ecosistemas. Este manejo debe imitar el ancestral proceso de las migraciones de las grandes manadas de herbívoros. Solo así se garantiza que los ecosistemas sean perfectamente funcionales.

La creencia actual de que conservar los espacios naturales se consigue sacando a los herbívoros, se fundamenta en el simplismo de pensar que, como los herbívoros comen plantas, si sacamos a los herbívoros de un ecosistema, debería haber más plantas y estas tener mejor salud y vigor. Pero esto no es así. En la vida existe un concepto que se llama coevolución, por el cual las especies se han hecho interdependientes a lo largo del proceso evolutivo.

El mantenimiento de zonas de pastos en lucha continua contra el matorral se suele realizar periódica y reiteradamente mediante maquinaria y a un coste económico y ambiental alto. La ganadería (bien manejada) permite realizar el mantenimiento, mejora y aumento de la producción de pastos y la lucha contra la matorralización con una actividad económica productiva que, además, genera beneficios a la Administración y no gastos.